Al final voy a tener que empezar a deshacerme de todo el atrezzo, que me gusta demasiado hacer el gilipichis con tanto juguetín.

Año nuevo. Estos son Dorita y el Señor Barbo.

Teniendo en cuenta que es del 49 supongo que habréis tenido tiempo sobrado de ver El Manantial, pero ni siquiera haberla visto ya es una razón válida para prescindir de buscarse una copia ahora mismo y verla, VERLAAA. Porque nunca está de más un poco de felicidad, de intensidad.
Es como cuando atraviesas un bosque al anochecer (que no atardecer) y las sombras se mueven y todavía no han desaparecido los colores y sabes que se te haría un nudo en las entrañas de puro miedo si no fuera porque hace rato que perdiste el aliento de emoción, sobrecogimiento y pasmo; como cuando las cosas eran raras y bonitas y daban miedo y daban risa de tan por estrenar que parecían.

Esto no es tan grande como parece, es mi armario, Mario, Mario, del que llevo dos días sin salir. 65x85 cm. Espacio suficiente para... para casi nada en realidad. Si acaso para que se te chunguen las rodillas y tus padres empiecen a planear meterte en el ejército. En Flickr la imagen es bastante más grande, así que pinchen, pinchen.

A Shirley ya la conocéis. Fotofobia y cursilería a partes iguales. Y se peina frotando la cabeza contra una almohada, como los electroduendes.
Lo otro es sólo abundar en lo mío con las cocinas.

Éste, no hace falta decirlo, es el informático gilipollas. Le cuesta asimilar las cosas físicas.