De todos es sabido que me gusta la Navidad por la vida, que soy de Reyes Magos más que de Papá Noel porque eso alarga las fiestas una semana y que me pongo campanitas en las orejas para jingelbellear a gusto y que todo el mundo sepa que soy abrazable, pero no por eso me agarro a ellas inconsistentemente como una niña tonta. Sé que las cosas tienen que acabar y lo demás es nigromancia. Si no fuera así no llegaríamos nunca a la siguiente casilla. O caseta. Si no fuera así jamás llegaríamos a la Feria de Abril, y a Dios pongo por testigo de que ya está aquí, desde esta mañana en la casa del vecino. Eso es empezar el año con buen ánimo (y con rebujitos, palmoteos y taconeos).
Y lo demás, leches.
Y lo demás, leches.