Feliz año. Los Reyes me han traído unos morritos de nofuture nuevos; se pelan como los viejos pero la actitud está mucho más lograda. Por lo demás, la vida nueva esa que debería tener me sienta igual de mal que la del año pasado, y de donde no me tira me cuelga. Sal a la calle, me dicen, sal a la calle. Y salgo a la calle, y la temperatura de color es tan alta que duele. Intolerancia a la luz natural, toma ya. Lagrimeo viscosillo y legañones de caniche, todo un poco asqueroso. Pero jey, no seas negativa; por supuesto que no, me he comprado dos chaquetas de alegres colores (adiós al negro) en las rebajas y tengo un collar de perlas nuevo que lo flipas. Perfecto para mi chaqueta de terciopelo. Ideal para mis veladas en el Ochoimedio. Diosmio, sé en que me voy a convertir. Y vosotros también. ¿Alguien ha intentado abrirse paso entre una multitud vestida de terciopelo hacia la barra llevando una chaqueta de terciopelo o pana, que lo mismo da? Moriré de sed. Y de realidad. O eso o recuperaré al príncipe de Bel Air como gurú estético y me la pondré del revés, con el forro por fuera, que desliza más.
¿He dicho veladas? Ay, es este alma de jocosa, que un día me va a llevar a la tumba.