Esta mañana cuando me he despertado he hecho un poco de ejercicio para acordarme de que tengo cuerpo. Lástima tener tan poco espacio. Me ha dado un tirón y me he pasado el resto del día acordándome de mi cuerpo. Luego ha tocado un poco de calle, hacía frío. El solecillo era agradable, pero hacía un frío de pelotas. Aún así, la tibieza del sol ha avivado un aroma que no sólo me crispa sino que me hace estornudar sin control*.
Mi encargado desconoce la existencia de pirámide nutricional alguna y me alimenta (¡sí, hasta para eso soy dependiente, como si no tuviera edad para escoger yo mi propia comida!) de lo mismo día tras día, dosifica mi consumo de líquidos y hasta planifica mi ocio. Desesperante, aunque supongo que lo agrava el recuerdo de mi breve libertad de hace algunos días; comiendo mierda sí, pero mierda exquisitamente seleccionada por mí.
En esas tonterías se me ha pasado el día. Mi inactividad y la inexistencia de mi vida social me abocan a ello. Se me va la cabeza y cuando me quiero dar cuenta ha llegado la hora de acostarse. Al menos espero que hoy me dé tiempo a descansar antes de que el Sol me desvele otra vez, a ver si así al menos se me calman estos dolores musculares; que me están matando, joer.
*artículo 5 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos ¿por qué no menciona los perfumes?. Escribir a la ONU al respecto en cuanto tenga oportunidad.
Extracto de los escritos de Logan en su Diario de un Caracol Cautivo.