Número 822.
El verano ha acabado oficialmente. Ayer hice mi excursión anual de despedida y cierre de la temporada. Hubo de todo: emotivos encuentros, ansiedad, tedio, más ansiedad, una pizquita de miedo, carreras de coches atravesando Madrid, incompetencia... y al final conseguí matricularme de todo, todo y todo. Un año más. Y sólo se me solapan la mitad de las asignaturas, la otra mitad es autista. Un año más. Y todo por el módico precio... que era de esperar en un completito pack de terceras matrículas. Viva mi carrera, vivan las putas de las secretarias y viva todo.
Para celebrar el éxito de la operación me fui con unos amiguis a tomar unas cositas y echarnos unos bailecitos y tal, y la gente estaba muy sociable, y entonces decidí dejarme de tonterías con eso de que quiero que me mientan, que no, que paso, que mejor ni me hables. Idiota. Hiperactivo de mierda. La cosa es que el volumen de comentarios de mis posts es inversamente proporcional al de comentarios sobre mi forma de bailar:
. “tía, es que bailas mazo de mal”
. “te rallas un montón bailando ¿no? ¡haced espacio, que ésta bailando es como un arma de destrucción masiva!”
. “perdona, ¿te puedo decir una cosa? Bailas igualico igualico que Leonardo Dantés, mona”
. “si te mueves así bailando, ¿qué dejas para cuando follas?”
Y no me han gustado nada. Tontos. El último es el de ayer, me lo tomaría como un ejemplo de lo que le gusta a la gente jorobar con tontadas si no fuera por los ojos de monja lujuriosa que acompañaban a la voz. Y me ha gustado menos aún.
Ahora de resaca. Y sigo desperdiciando el tiempo.